Sale a luz que existían cavernas en el sitio donde se construyó el colector poniente
Documentos recabados en los archivos de Empagua ponen en evidencia la presencia de cavernas a lo largo del Gran Colector del Poniente durante la construcción de la obra en 1982. Pero ingenieros responsables de la ejecución y supervisión de la obra insisten en que la falta de mantenimiento de los reguladores caudal contribuyó a la catástrofe.
Documentos sobre el diseño y ejecución del Plan de Saneamiento de la Ciudad de Guatemala a los cuales elPeriódico tuvo acceso podrían ayudar a explicar las causas de los agujeros del barrio San Antonio, zona 6, y Ciudad Nueva, zona 2.
La obra se inició a finales de los años setenta bajo la gestión edil de Manuel Colom Argueta, se continuó bajo las gestiones de Leonel Ponciano León y Abundio Maldonado y fue inaugurada por José Ángel Lee.
El Plan divide la Ciudad de Guatemala en dos cuencas: la Atlántica, con un sistema de drenaje combinado donde aguas pluviales y de desecho fluyen por un mismo conducto; y la Pacífica. donde las aguas fluyen en conductos separados.
En el Norte de la ciudad existen dos grandes colectores, el Reformita –Mariscal– Roosevelt y el 10, 13, 14 que el Plan prolongaría por medio del Gran Colector del Poniente y del Gran Colector del Oriente, respectivamente.
Pero la obra, revelan los documentos, estuvo plagada de dificultades, debido a la presencia de cavernas, flujos de agua subterráneos, y la extrema porosidad del terreno, lo cual causó constantes derrumbes, uno de ellos con el saldo de un trabajador muerto y otro gravemente herido.
La mayoría de estos documentos son oficios y cartas firmadas por Manuel Urrutia, jefe de la División de Construcción y Delegado Residente de la Unidad Ejecutora de Saneamiento de la Ciudad (1975–1985), dirigidas a los ingenieros que sucesivamente ocuparon el cargo de Superintendente de Tramos III y IV de la obra.
Un hecho significativo, señala Alfredo Guzmán, gerente de Empagua, es que el derrumbe que ocasionó el accidente ocurrió en el pozo 28, ya que el hundimiento de Ciudad Nueva se produjo entre los pozos 28 y 28A.
Cavernas mal rellenadas
Varios documentos mencionan la necesidad de rellenar las enormes cavernas y cavidades encontradas durante la obra.
En una carta enviada al director del Acueducto Nacional Xayá Pixcayá, el 29 de mayo de 1980, Urrutia solicita que el ingeniero Isidoro Cohen (fallecido en 2001), quien trabajaba en ese proyecto, visitara el tramo entre la 10a. y 13a. avenida del Colector del Poniente para aconsejarle sobre cómo solucionar estos problemas.
En otra carta enviada a César Peláez, director de la Unidad Ejecutora, el 17 de julio del mismo año, Urrutia explica las soluciones propuestas por Cohen: 1) entibar la caverna (construir un armazón de madera y fundir concreto); 2) gunitarla, (tirar concreto a presión); 3) rellenarla con un suelo de cemento y posteriormente reexcavarla.
Urrutia descarta las primeras dos por ser demasiado peligrosas, ya que al estar mojado el suelo tanto el concreto como el armazón de madera, podían caerse; y la tercera por ser demasiado onerosa, optando por rellenar la caverna con el suelo de cemento pero sin la reexcavación posterior.
“Lo que ocurrió es que no había forma de compactar bien ni había forma de asegurarse de que toda la caverna se rellenó adecuadamente”, explica Guzmán.
Agrega que debido a que el cemento es inadecuado en estos casos, el hundimiento del barrio San Antonio no está siendo rellenado con ese material sino con lodocreto –sustancia de consistencia líquida en su fase inicial que sí logra entrar en todas las cavidades.
Las cartas de Urrutia ponen en contexto los hallazgos de los geofísicos de la Universidad Autónoma de México (UNAM), que rindieron un informe sobre las causas del agujero de la zona 2 a principios de agosto a solicitud de la Municipalidad capitalina.
Los expertos de la UNAM sostienen que “el colapso pudo haberse originado a partir de la existencia de alguna cavidad en la vecindad del tubo colector, derivada probablemente de un mal relleno del túnel que se construyó para la instalación de dicho sistema, ocasionada por un proceso de infiltración de agua proveniente de las zonas más altas, que permitió la formación de alguna corriente subterránea que empezó a deslavar y erosionar el material alrededor de la tubería de drenaje”.
Andrés Tejero Andrade, uno de los geofísicos mexicanos, dijo: “En la bitácora de la construcción reconocen la existencia de cavidades. Esto implica que el agua que percola ya estaba socavando el subsuelo en un proceso que se conoce como subducción, el cual es lento pero seguro. Con o sin el drenaje en la zona, era solamente cuestión de tiempo para que el suelo colapsara”.
Cuestionado sobre por qué no se consideró la suspensión de la obra cuando los documentos firmados por Urrutia muestran que la porosidad del terreno y otros factores imponían enormes desafíos, el ex alcalde Abundio Maldonado responde que cuando asumió la gestión de la Municipalidad “la obra estaba terminada en un enorme porcentaje”.
También niega que se hayan escatimado recursos cuando se tomó la decisión de no reexcavar las cavernas después de que fuera colocado el suelo de cemento.
La otra versión
Manuel Urrutia dijo que no concedería más entrevistas luego de que un reportaje publicado por La Hora el 14 de junio de este año, en el cual se le citaba argumentando que los agujeros fueron causados por la falta de mantenimiento de los reguladores de caudal, fue refutado por la Municipalidad.
“El problema es hidráulico pero ellos (la Municipalidad) no van a dar su brazo a torcer y van a insistir en que tienen la razón”, afirma Urrutia, quien admite que hubo dificultades durante la obra pero insiste que en ningún momento ameritaron la suspensión del trabajo.
En la nota de La Hora, Urrutia explica que en los colectores, el aire y los gases no circulan ya que no tienen donde salir y se acumulan a lo largo del túnel en grandes o pequeñas burbujas, reduciendo la sección del túnel donde circula el agua y haciendo que el agua fluya a una velocidad hasta 20 veces mayor que la del diseño, generando fuertísimas vibraciones en el túnel que aflojan las paredes y hacen colapsar la estructura.
Esto se agravaría por el hecho de que el dióxido de carbono, metano y ácido sulfhídrico generados por la descomposición de las aguas residuales quedan atrapados en las tuberías junto con el aire, formando una gran burbuja que aumenta la presión y vibraciones.
Según Urrutia, para evitar que esto sucediera era necesario “supervisar diariamente que las lluvias no arruinaran las estructuras de protección”. Para ello, era necesario cobrarle a los vecinos del sector una “contribución por mejoras” a lo cual se opuso el gobierno de turno (el Intendente José Ángel Lee, bajo la dictadura de Efraín Ríos Montt).
La tarifa necesaria hubiera sido de US$300 por hogar –monto que sólo se pagaría una vez– más Q18 anuales para labores de mantenimiento, cobro que no se realizaría hasta el gobierno de Óscar Berger, cuando “era demasiado tarde”.
Manuel Castillo Barajas, ex gerente de Empagua bajo la gestión de Abundio Maldonado, y Óscar Guzmán Román, supervisor de los tramos III y IV, coinciden con Urrutia: “El hecho de que no se le haya dado mantenimiento a los reguladores es fundamental porque se construyen para que alivien la presión en las tuberías”, afirma Castillo.
Octavio Ordóñez, quien ocupó el mismo cargo que Guzmán, agrega que las condiciones de trabajo hace 30 años eran muy diferentes a las actuales y que sería injusto juzgar las decisiones tomadas hace décadas cuando no existían los avances tecnológicos de hoy.
Pero a Julio Campos, quien antecedió a Guzmán como gerente de Empagua, insiste en que “los reguladores de caudal siempre han estado abiertos”.
Según Guzmán, de los 10 reguladores que tenía el sistema, 2 nunca fueron utilizados y de los 8 restantes, 2 fueron tapados por particulares contra los cuales Empagua ha entablado un proceso legal y los otros 6 siempre han estado en uso y se les ha dado mantenimiento regular.
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